A finales de 2016 puedo decir que ha sido sin duda, el año que más me ha hecho crecer. A la fuerza y
sin quererlo. Desde el principio del año, las aventuras que se avecinaban,
venían cargadas de tristeza e impotencia. Rabia, miedo y muchos sentimientos
más cargados de sensaciones negativas que parecía que fuesen a llevarse por
delante la alegría definitivamente.
La palabra cáncer con todo lo que ello implica nos ha acompañado casi los
365 días. Al principio fue muy duro para todos, pero rápidamente y a la fuerza
tienes que plantarle cara. Sacar energía y fuerza de debajo de las piedras y
seguir adelante, y sobre todo con la mejor de las sonrisas.
Aprendes a canalizar la tristeza, las emociones… a sacar tiempo de donde
sea para pasar más tiempo con los seres queridos. Aprendes a valorar las
pequeñas cosas y a vivir más cada instante que te regala la vida.
El día que comenzó 2016 no tenía ni idea de cómo iba a ser el año, pero sin
duda, no me imaginaba ni de lejos todas las visitas que hemos tenido que hacer
al hospital, ni la incertidumbre que acompaña a la enfermedad. Tampoco pensé, que llegaría a odiar ese número,
ni que crearía teorías supersticiosas sobre la ropa que llevaba aquel día. Son muchos recuerdos malos lo que puedo sacar
del 2016. Sin duda, un año para el olvido desde muchos puntos de vista; sobre
todo los primeros días en los que recibes la noticia del diagnóstico y te cae
un jarro de agua helada en pleno invierno.
Pero también he sacado infinidad de cosas buenas este año tan diferente.
Como ya he dicho antes, es sin duda, el año que más me ha hecho crecer como
persona. Las circunstancias han hecho que aprenda a ser más independiente, sacas
energías y fuerzas que ni me imaginaba que podría tener. La valentía llega de
la mano del miedo. Y las ganas de llorar junto con los nervios se escapan en cada
sonrisa. La forma en que canalizas los sentimientos llega a ser sorprendente.
Pero es necesario.
La palabra cáncer no puede hundirte. No puede hacerte más débil. Al
contrario. Tiene que hacerte despertar un deseo de lucha necesario en estos
momentos. El cáncer es terrible, pero saca partes de nosotros que no
conocíamos. Saca cualidades admirables de todos los miembros de la familia. La
vida cambia con el diagnostico. Mi vida ha cambiado en 2016 pero estoy segura
que para mejor. El cáncer me ha enseñado a ver la vida diferente. A valorar las
pequeñas cosas y muchas otras que antes no apreciaba; y os aseguro, que no son
pocas…
Ahora sólo me queda esperar que 2017 venga cargado de buena energía y
buenas noticias. Que esté lleno de buena compañía y momentos geniales. Y si es
posible, con una sonrisa.
La felicidad está en los pequeños detalles. ¿Dónde la estás buscando?