Desde el momento del diagnóstico de cáncer, la INCERTIDUMBRE y la
IMPOTENCIA pasan a formar parte de tu día a día. Todo se tambalea, todo
tiembla. El miedo se vuelve tu compañero más habitual y pocos son los momentos
en los que puedes olvidar que esa maldita enfermedad ha entrado en tu vida.
Sin duda el principio es duro, cuesta aceptar que algo ha cambiado y aunque
con el tiempo consigues asumir la realidad y hacerla más llevadera, la vida
cambia.
Siempre hay algo de miedo. Nunca se va la duda.
Siempre te preguntas por que a ti. Nunca encuentras respuestas lógicas.
Sientes rabia, impotencia. Nunca logras encontrar solución que te calme del
todo.
Siempre tienes que esperar nervioso a la siguiente revisión y por muy bien
que te encuentres, nunca vas del todo tranquilo.
Siempre piensas que podría volver. Nunca puedes estar seguro.
Un diagnóstico tan duro te cambia la vida, te cambia la forma de ser, de
ver las cosas. Cambia y perturba tu rutina. Cambian tus prioridades. Rompe con
tu normalidad.
Cada persona es un mundo a la hora de afrontarlo pero siempre deja señal.
Nunca nada vuelve a ser igual.
Puede que en este proceso te enfades con el mundo, rompas a llorar de
impotencia o que empieces a valorar los detalles de la vida. Pueden pasar tantas
cosas…
Es difícil convivir con el cáncer, nadie dice lo contrario. Nunca dejas de
aprender del dolor ni te abandonan los nervios que llegaron con el diagnostico.
Es un camino duro, pero siempre que se pueda hay que intentar disfrutar de cada
momento de la vida, saborear los pequeños placeres e intentar olvidar esos
miedos que muchas veces inundan nuestros pensamientos… la vida y la medicina
siguen avanzando, por ello no hay que perder la esperanza ni la ilusión, se
debe intentar ver cada día nuevo con optimismo,
…Y si es posible, con una sonrisa…