sábado, 7 de abril de 2018

...LOS MÁS PEQUEÑOS...

El cáncer infantil es uno de los diagnósticos más duros que puedes recibir. Aunque si se diagnostica a tiempo tiene altas tasas de curación, en otros casos la enfermedad gana la batalla. En este post hablaremos sobre la experiencia y los sentimientos de los padres cuando les informan de un pronóstico sin tratamiento curativo:

Cuando aparece la enfermedad en los más pequeños y escasean las esperanzas, los niños se hacen conscientes antes de tiempo, quizás mucho antes que los padres, a los que les cuesta más afrontar la cruda realidad que se avecina. Muchas veces, los niños incluso ayudan a sus progenitores a superar el bache a seguir adelante.

La respuesta ante una vivencia así provoca un rápido aprendizaje del significado de la vida, aprenden a valorar lo más importante del día a día; muchos enseñan a los más mayores, antes de tiempo el significado de las pequeñas cosas, de los detalles que pueden parecen en un principio insignificantes pero que poco a poco cobran un valioso sentido. Parece irónico que sean ellos, tan pequeños los que tienen que dar lecciones del valor de una sonrisa o una caricia.

En la mayoría de las ocasiones, los niños viven sin pensar en el pasado, saben que es mucho más importante el presente. Lo que tienen hoy. Quizás no haya mañana. Puede que no haya año que viene. Quizás no tengan un futuro muy lejano. Quizás sí. Pero con enfermedades así muchas veces no lo puedes prever. Sin avisar, se han roto sus planes de futuro. A los padres se les escapan las expectativas de futuro que tenían para sus niños. Esto es desesperante.
Y los niños, de una forma u otra lo saben. Pero llegan a aceptarlo. Viven con ello de una forma más sana que los que están a su alrededor.

Ayudan en casa a  interiorizar la oscura posibilidad de una forma más dulce. Es increíble como algo tan duro pueden llegar a hacerlo llevadero. No importan los años del niño al diagnóstico. Un padre nunca está preparado para superar algo así. Da igual la edad que tengan para que desde la enfermedad consigan enseñarte el valor de la vida, la calidez de los abrazos… la importancia de cuando estás bien y no te das cuenta. Paradojas de la vida ante la cercanía de la muerte.


Es inevitable cuando se está en una situación así buscar un sentido y un por qué. Es difícil entender nada dentro de la profunda tristeza. Pero en estos casos, no hay que buscar sentido a la muerte, sino a la vida.
La vida sigue y la muerte está ahí para recordárnoslo en cada momento. Todo seguirá. El tiempo que los más pequeños están con nosotros es el tiempo que cuenta, lo que más vale. Hay que quedarse con eso. Por muchas vueltas que se le de a la muerte, no encontraras ningún sentido. No lo tiene. Es injusta. Duele. Es un vacío horrible para lo que se quedan. Y todo sigue como si nada. Puede que esto sea lo más difícil. Seguir el ritmo de la vida. Nada para. Ni la rabia y la impotencia. Todo continua.

Muchas veces por desgracia no puedes controlar la enfermedad. Tampoco controlas la impotencia con niños inocentes. Pero NO hay que olvidar que puedes acompañar. Sonreír. Aunque duela. Son momentos difíciles para los niños también, por ello intenta que olviden la tristeza al ver tu rostro. Regalar sonrisas en días duros puede ayudar a olvidar el miedo. Ayúdale a olvidar por unas horas que están enfermos y que el final acecha en la planta de un hospital.
Desde el diagnostico lo más importante es sacar fuerza. De donde no la hay. Llorar nunca ha sido una opción en la vida de la mayoría de los padres hasta que sienten la impotencia de cerca. Es comprensible. Darías todo por cambiar la situación. Por borrar la enfermedad. Olvidar el sufrimiento. Pero no se puede, no es tan fácil. A veces el cáncer gana terreno. Pero no puedes rendirte ante esta adversidad.
Ya habrá tiempo de llorar. Ahora sonríe. Regala tu vitalidad y apoyo. Disfruta los días que te regala la vida. No anticipes acontecimientos. Observa amaneceres. Haz que cada momento cuente.

Aun así, cuando llega el final y un hijo se va antes de tiempo tienes que aprender a reordenar tu vida. Cambiarán tus valores en el duelo. Te obligará a empezar de nuevo y aceptar la realidad presente. Todo lo demás sigue, incluso su recuerdo. Son tiempos que jamás olvidará; Es un proceso doloroso y complejo, pero sin duda necesario finalmente y muy reparador emocionalmente.

La muerte intensifica todos los sentimientos: la rabia, la duda, el miedo, el silencio… pero también la generosidad, la unión y la alegría. Así que, dentro de lo posible, es importante RECORDAR los ratitos que conseguiste sacarle el miedo, la frustración o el sufrimiento de dentro… recordar los momentos tan intensos que te regaló tu niñ@. 
Y si es posible, recordarlo con una sonrisa.